viernes, 22 de febrero de 2008

Los caños de Meca -Barbate 2ª Parte.

Ante el aluvión de peticiones de todos los lectores de este blog, continuaremos narrando las visicitudes que durante la ruta entre Caños de meca y Barbate nos acaecieron.

Antes de continuar tenemos el deber de comentar que uno cuando va a una zona en la que abundan las playas y montes vírgenes y la sobreexplotación turística no existe, no debe pretender encontrar, al salir de la playa, un grifito para limpiarse los piés, o en una ruta, señales indicadoras. Eso nosotros lo entendemos ahora pero no en esos momentos en los que desorientados, empezamos a buscar al inicio de la ruta, un camino que nos condujera felizmente a Barbate.
La ruta estaba clara porque teníamos que bordear la costa y habían más de veinticinco sendas que en paralelo te llevaban en la dirección correcta. Supongo que esperábamos encontrar un cartel en el que pusiera: Se sale desde aquí.
La cuestión es que haciéndonos cargo de las circunstancias, empezamos a improvisar por las sendas descendiendo hacia los acantilados y empezándo a bordearlos. Siempre al borde, siempre al límite, está usted en el borde del precipicio amigo...




Acantilados con vistas alucinantes, piedracas... el mar, la brisa marina que te llega de Africa y choca contra tí siendo la primera cosa que se encuentra desde que sale de el continente Africano. Igual alguna gaviota o algo, pero vamos si no eres la primera cosa eres como mucho la cuarta... Es en esos momentos en los que te quedas mirando el horizonte así con pensamientos del tipo... ¿Y si pudiera volar? ¿Qué ganaría en un enfrentamiento, un rayo láser que lo atraviesa todo o un escudo que lo para todo incluso lásers que lo atraviesan todo incluso escudos impenetrables? Si vas a un bar y dices ponme una cerveza muy fría. ¿Por qué te la sacan y a veces no lo está? ¡Coño dime que muy fría no tienes y me pido un gin tónic! Con todo el respeto a todos los camareros del mundo sin los cuales la vida sería una mierda.

Despues de un trayecto bordeando acantilados y tras subir un repecho salpimentado por bellas especies de arbusto autóctono con pinchos... Bueno va seamos serios; ahí va otra explicación de otro señor de internet que nos cuenta cosas de una manera seria e interesante:

"A lo largo de su milla marina, de extensión costera, y por el efecto del "spray salino" -que no es otra cosa que la mezcla del viento, muy presente, y el agua del mar casi vaporizada-, se producen circunstancias físicas que desarrollan comunidades vegetales típicas de marismas; Barilla, Almajos dulces y salados, o la Siempreviva. Asímismo, las paredes de los acantilados son muy propicias para la cría de muy diferentes tipos de aves: Garcillas Bueyereas -muy numerosas- Grajillas, Estorninos Negros y -la más antigua de todas- la Gaviota Argéntea".

El Almajo que me clavé en la rodilla no se si era dulce o salado. Tras subir el repecho que os comentaba, llegamos a un camino más ancho con un firme conformado por fina arena que hundía nuestros piés al caminar dificultando este sencillo proceso. La verdad es que lo curioso de este paraje natural es que te ves unos pinacos, preciosos por cierto y que son de la especie pinus pinea, que crecen en arena de playa ahí tan tranquilos. Eso para personas que no hemos visto más que la pared de nuestra casa, es algo mu grande. El camino, siempre a através de pinares nos condujo hasta La Torre del Vigía del Tajo que coincide precisamente con el acantilado de Barbate y donde nos comimos unos bocatas bajo la poderosa sombra de esta simpática torre.


Demos por concluida la segunda parte del relato.
Continuará...

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